Con la llegada de las vacaciones, aumenta el tiempo que pasamos en familia y es muy posible que los conflictos entre los pequeños de la casa también. Hoy respondo a cinco de las preguntas más frecuentes sobre cómo gestionar las peleas entre hermanos.
¿Por qué se producen?
Que los hermanos discutan y peleen es algo completamente normal. Los tres culpables más habituales son:
- Los celos suelen ser una de las causas más comunes de las discusiones, en concreto, los celos por la atención y el cariño de los padres. Para ellos es fundamental sentir nuestro amor y que son importantes para nosotros.
- La falta de empatía : La capacidad de ponerse en el lugar de otra persona es casi inexistente hasta los tres años y en ese momento, los niños pueden empatizar con los demás a un nivel muy básico. Su capacidad empática se irá volviendo más compleja con el tiempo si trabajamos en ello.
- El egoismo: Los niños, entre los 3 y los 6 años atraviesan una etapa en la que predomina el egocentrismo. Creen que todos piensan como ellos, que todos deben jugar como dicen ellos, y que el mundo gira a su alrededor. A eso se suma que hasta los 6 años, no entienden el juego como una actividad en la puedan colaborar varios niños, por lo que aunque jueguen a la vez, si necesitan el juguete de otro, no dudarán en cogerlo.
Entender esto puede ayudarte a comprender mejor el porqué de sus peleas, a no angustiarte tanto ante ellas y a entender que forman parte de su proceso de maduración.
¿Se pueden evitar?
Me gustaría decirte que si, pero creo que no es posible. Hay hermanos que pelean más que otros, pero:
Los conflictos entre ellos forman parte de su desarrollo, de la construcción de su identidad como ser individual y como hermano de otra persona. También del desarrollo de la independencia de cada uno, en la familia, y al margen de ésta.
Sin embargo, no está todo perdido, podemos ayudar a suavizarlas, enseñarles a gestionarlas de la mejor manera posible y, en consecuencia, a que sean menos frecuentes.
¿Qué estamos haciendo mal?
Los padres tendemos a sentirnos culpables cuando nuestros hijos lo pasan mal. En el caso de las peleas, es frecuente escuchar frases como “es que dedico demasiado tiempo al pequeño” “el mayor nos tuvo a su disposición siempre y el pequeño ha tenido mucha menos atención” “cuando se pelean me pongo tan nervioso que creo que empeoro la situación””Al ver que se pelean constantemente me agoto, ya lo dejo por imposible”… Como ya he comentado en el punto anterior:
Las riñas forman parte de su crecimiento, así que no te sientas culpable, no eres tú quien las provoca.
No obstante, sí hay ciertas cosas de las que hacemos que pueden agravar los conflictos entre nuestros hijos, toma nota para intentar evitarlas:
- Compararles. El daño que hacemos a nuestros pequeños al compararle con alguien con quien tiene que compartir nuestro cariño y atención es enorme. Por no hablar de la manera en la que perjudica al desarrollo de su autoconcepto y autoestima.
- Mostrar preferencia por alguno de ellos. Aunque sea de manera inconsciente es común que sintamos más afinidad con uno de nuestros hijos. No hablo de querer más a uno que a otro, sino de tener caracteres más afines o gustos en común y por tanto, tener cierta debilidad por alguno de ellos. Si esto ocurre, no te sientas mal. Simplemente esfuérzate por buscar esos puntos en común con tu otro hijo, seguro que los hay.
- No dedicar tiempo a cada uno de los hijos por separado: El ritmo de vida actual nos lo pone complicado, pero es fundamental sacar un ratito para cada uno de nuestros hijos. Busca un momento para contaros algún secreto, decirle cuanto le quieres, hacer algún plan especial… lo disfrutareis un montón y atenuará esa sensación de “competencia” que puede surgir entre hermanos. Podéis fijar un día a la semana para llevar a merendar o a dar un paseo a cada uno por separado. Será un momento genial para hablar a solas, crear complicidad entre vosotros y librarse de la tensión que generan las peleas constantes.
- No tener en cuenta que aunque unos sean más mayores que los otros, siguen siendo niños e hijos por igual. Hacerles asumir responsabilidades del hermano mayor y del pequeño a veces es un arma de doble filo. Ni el mayor debe “cuidar” del pequeño , ni debe asumir más tareas que éste. Haz un reparto equitativo de responsabilidades entre ellos (Que todos tengan el mismo número de tareas, adaptadas al nivel de desarrollo de cada uno). Por ejemplo, si son tres hijos, el mayor puede llevar los cubiertos y los platos a la mesa, el mediano los vasos y el más pequeño las servilletas y el pan. No habrá riesgo de ruptura ni de peleas, cada uno hará algo para lo que está capacitado y colaborará en la misma medida que los demás.
- Posicionarse en los conflictos. Bien porque uno de ellos suela ser más travieso que el otro y tendamos a pensar que es “el que ha empezado”. Porque haya una tendencia a proteger al pequeño. Porque “culpemos” al pequeño porque siempre hacemos pagar al mayor y eso nos hace sentir mal… Estos son nuestros pensamientos, podemos estar en lo cierto, pero también equivocarnos así que, muy importante intentar ser objetivo.
- Asumir que el mayor debe entender siempre que el pequeño “no se da cuenta de lo que hace”. Puede que sea así, sobre todo si son muy pequeños. Pero el hijo mayor puede no estar preparado para comprenderlo. Así que, paciencia, mucho diálogo con él e intentar dar respuestas más completas al simple “es que es chiquitito…”
¿Cuándo intervenir?
Mi consejo es fijar unas normas de convivencia que se adapten al estilo de vida de la familia, e intervenir únicamente cuando alguna de ellas no se cumpla.
Te recomiendo dedicar una tarde a explicarles que las peleas deben terminarse, que no pueden estar peleando todo el tiempo, que te pone triste y enfadado estar gritando todo el tiempo y que vais a escribir unas normas para colaborar entre todos (papá y mamá incluidos).
Redactarlas juntos, en una cartulina y ponerlas en un sitio visible. Si no saben leer, utiliza dibujos.
Cuando llegue la primera pelea puedes utilizar frases como: “Chicos, os acordáis de las normas sobre las peleas?” “Os recuerdo que en casa hay unas normas sobre las peleas, ¿queréis que las repasemos?” Puede parecer un poco absurdo pero, en mitad del conflicto, estarás dirigiendo su atención hacia otra cosa (las normas).
Entre las normas, te recomiendo incluir:
- No pegar
- No insultar.
- Tratar a los demás con respeto aunque estemos enfadados.
- Establecer turnos de diálogo entre los hermanos cuando haya peleas, para que cada uno exponga su punto de vista (en esta parte es probable que tengas que intervenir, como árbitro, hasta que aprendan a hacerlo ellos solos. Paciencia porque no es tarea fácil, pero da muy buenos resultados y ayuda al desarrollo de la empatía que comentábamos al principio).
- Fijar turnos de uso de juguetes con los que normalmente se generen conflictos. Puedes comprar un reloj de arena para niños, de manera que ellos mismos aprendan a gestionar el tiempo poco a poco.
¿Será así siempre?
Por regla general, cuando uno se decide a ampliar la familia, tiene en mente una imagen idílica de hermanos que se adoran, juegan juntos, comparten todo, se ayudan… así que cuando comienzan las peleas y las diferencias entre ellos aparece la angustia.
Una vez más, las expectativas nos juegan una mal pasada.
Hay quien dice que un hermano es el mejor regalo que un padre puede hacer a su hijo. Estoy de acuerdo, pero no sólo por las cosas buenas que pueden surgir de esa relación, también por el aprendizaje que suponen las cosas “menos buenas”.
Con esto en mente, es evidente que nadie puede afirmar qué tipo de relación tendrán sus hijos en el futuro. ¿Pelearán? Muy probablemente si. Igual que peleamos con amigos o con nuestra pareja. Sólo puedo animarte a que les des las herramientas para gestionar sus conflictos: con amor, respeto, empatía y diálogo, ellos solos sabrán hacer el resto cuando crezcan.
Hasta aquí el post de hoy. ¡A seguir disfrutando las vacaciones!