Tarde o temprano, todos los padres debemos enfrentarnos a gestionar las rabietas de nuestros hijos. Por suerte, hoy en día hay cantidad de información y recursos para intentar resolverlo de la mejor manera posible para todos: sin gritos, sin violencia y aprovechando la oportunidad para trabajar un poquito con las emociones y así brindar a nuestros hijos un gran regalo, inteligencia emocional.
¿Qué es la inteligencia emocional?
No entraré en demasiados detalles porque no es el propósito del post de hoy, pero si quiero dejarte una pequeña pincelada. Desde el origen del concepto de inteligencia emocional han aparecido diversas definiciones, completando y matizando las anteriores. A día de hoy me quedo con la de Roberto Aguado:
“La inteligencia emocional es saber escoger la emoción adecuada (la mejor opción emocional entre todas las posibles) en un contexto concreto, en un momento concreto y con la intensidad oportuna” (Roberto Aguado, 2014).
Supongo que, como a mi, la definición no te deja indiferente. Muchas veces, nosotros mismos como adultos, no sabemos gestionar nuestras emociones, no es algo a lo que se haya dado importancia hasta hace relativamente poco tiempo ¿cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a hacerlo?
- Siendo conscientes de que la inteligencia emocional es un área que debemos trabajar al igual que la lectura, las matemáticas o el deporte.
- Informándonos sobre el tema. (No te preocupes, iremos hablando de esto con frecuencia)
- Aprendiendo y practicando nosotros a la vez que nuestros hijos.
- Como todo en la paternidad, con paciencia, amor y respeto.
¿Qué hacer ante una rabieta de nuestros hijos?
- Mantener la calma e intentar no enfadarnos nosotros, pretendemos enseñarles a manejar sus emociones así que descontrolar las nuestras no es la mejor manera.
- No gritar o pegar al niño, esa nunca es la solución, no va a ayudar a que nuestro hijo se calme, ni nos va a mantener calmados a nosotros. Se que a veces no dar un grito cuando llevamos una tarde enfado tras enfado es difícil, ¡pero vamos a intentarlo al menos! Nuevamente, ese grito supone una pérdida de control por nuestra parte y no es la manera de ayudar a nuestro hijo. Un niño en plena rabieta está enfadado, o triste o frustrado, que le gritemos y le pidamos que se calme sólo aumentará esa sensación desagradable para él, ya que no “estalla” voluntariamente, sino que su cerebro (en desarrollo) todavía no es capaz de gestionar los enfados de otra manera.
- Asumir que los enfados son naturales y la ira también. Que el modo en que los pequeños se enfadan a veces resulta “excesivo” por su incapacidad para manejar de forma adecuada las emociones, no pueden hacerlo de otra manera y nosotros no somos los culpables. El llanto incontrolable, retorcerse y dar patadas al suelo…es muy escandaloso pero es la forma en la que, de momento, pueden expresar su rabia y su frustración
En cada enfado hay una oportunidad de hacer que el siguiente conflicto vaya un poco mejor. Es cuestión de ser paciente y constante.
- Dejarle espacio, no se trata de dejarle solo, ni de mandarle a su habitación, se trata de acompañar mientras pasa la tormenta. Puedes decirle algo como “estas muy enfadado, en cuanto te calmes un poco podemos hablar de lo que pasa para que te encuentres mejor”. “Tenías muchas ganas de comprar esa chocolatina, entiendo que estés enfadado” De esta manera demostramos a nuestros hijos que les comprendemos, que empatizamos con ellos aunque no podamos darles siempre lo que quieren. Es importante saber que estas palabras no son milagrosas y no van a hacer que nuestro pequeño deje de gritar ( o tal vez si, con suerte), pero sí van a ayudar a que se sienta mejor.
- Comprender que un niño, en pleno enfado, no es capaz de asimilar muy bien lo que le decimos, su cerebro se bloquea y solo puede sacar la rabia. Un poco de paciencia, puede hacer falta aguantar el chaparrón unos minutos (que se hacen eternos) hasta que se calme un poco y se pueda hablar con él. Este punto sólo deberás saltártelo si llegan las faltas de respeto, insultos, malas formas o incluso agresiones (Ver punto siguiente).
- Respeto: Si llega el momento del “tonto” “déjame en paz” “no me hables”… y ese largo etcetera que a todos nos suena, sin gritos, con actitud firme, cariñosa y sin miedo a que el enfado vaya a más (que probablemente irá, no voy a engañarte) te acercas a tu hijo, y serio aunque cariñoso le dices que no debe hablarte así, que lo hace por estar enfadado. Te adelanto que en el momento no va a funcionar y vas a tener la sensación de que eso empeora las cosas pero da pie a hablar de ello una vez pasado el enfado, que es lo fundamental y cuando realmente el niño podrá asimilar alguna información.
Al igual que debemos respetar que nuestro hijo pueda enfadarse, sin gritarle, insultarle o hablarle mal, no debemos permitir que ellos lo hagan. Si llega el momento del “tonto” “déjame en paz” “que no me hables”… tenemos que actuar.
- Firmeza, muy relacionado con el punto anterior. Hay límites que no deben sobrepasarse, pegar, insultar o hablar mal a papá o mamá (Teniendo en mente siempre que al contrario tampoco). Lo difícil en este punto es ser firme a la vez que cariñoso. Tenemos muy interiorizada la idea de que para ser firme debemos ser fríos, gritar o hablar en un tono fuerte, pero hay alternativas más prácticas. Recordemos que lo que queremos es calmar a nuestro hijo y eso dificilmente se consigue gritando. Puedes, con tono calmado y sin perder los nervios (todo un reto si estas en este punto de la rabieta), decirle que no debe pegarte y que estás ahí para ayudarle. Hay ocasiones en las que un abrazo les sienta bien, otras rechazan el contacto físico… tendrás que descubrir qué es lo que funciona con tu hijo.
- Cariño. No olvidar que por muy enfadado que esté, nos necesita. Debemos enseñarle a calmarse de forma más adecuada, a modular los enfados, las reacciones, los gritos… y eso, con cariño, se aprende mejor.
- Hablar sobre emociones y trabajar en ello. Una vez pasado el chaparrón, cuando ya estéis calmados, es fundamental ayudar al niño a reconocer las emociones que había detrás de su “rabieta”. “Te has enfadado mucho, ¿verdad?” “Estabas muy asustado cuando ese niño te ha pegado ¿verdad?” Otra opción muy interesante es hablarles de nuestras propias emociones. Si, por ejemplo, pierdes el control, te enfadas con ellos y te pones a gritar , cuando consigas calmarte puedes (y debes) pedir perdón y explicarles que es lo que te ha pasado. “Perdonad chicos. Me he puesto a gritar porque me he enfadado mucho y además no sabía cómo conseguir que me hicierais caso. Otro día tengo que intentar calmarme y buscar otra solución porque gritar así no sirve de mucho ¿verdad?”
Se que acabo de contarte muchas cosas y que en pleno enfado es muy difícil actuar correctamente. Date tiempo, ve aplicando los puntos que te resulten más sencillos primero y plantéatelo como un aprendizaje a largo plazo, así será más sencillo. Eso si, no te rindas si no funciona durante un tiempo, cambiar ciertas conductas que están muy interiorizadas (en este caso, nuestras) requiere paciencia y constancia, pero lo lograréis.
Si a pesar de eso necesitas una ayuda extra, estos materiales pueden ser de ayuda recuerda además que puedes contactar conmigo a través del formulario de contacto de la web si quieres obtener herramientas eficaces para ayudar a tus hijos a superar las rabietas.
Libro “El cojín de Martina repentina” de Ester Llopis Meneu, Naniero Ediciones. Un cuento que nos enseña a gestionar los enfados de manera respetuosa.
“Rueda de opciones para la ira” Un recurso de disciplina positiva ideal para enseñar a los pequeños de la casa a canalizar su ira de manera respetuosa.
Hasta aquí el post de hoy, os deseo una feliz semana libre de enfados.