“Mi hijo no me obedece” “No me hace ni caso y tengo que repetirle las cosas mil veces…” “Es como si no me oyera” ¿Has dicho esto alguna vez? Es uno de los comentarios que más me hacen los papás y, mi respuesta siempre suele ser la misma: “Tranquilos, me preocuparía más que obedecieran siempre”. Su cara de alucine suele ser interesante pero hoy os explico las razones de mi respuesta y cuatro cosas que podéis empezar a practicar desde este mismo momento para cambiar la situación.
1. Cambiar vuestra actitud. Diferencia entre obedecer y colaborar
En general el término “obedecer” no me gusta. Implica que hay alguien que da órdenes y un subordinado que las acata, y esto es poco beneficioso para la convivencia familiar y para el desarrollo de los pequeños de la casa.
“Queremos niños con la autoestima alta, motivados, capaces de defenderse ante las injusticias, capaces de decir que no… y eso no lo conseguiremos criando niños obedientes sino niños que colaboran y se sienten parte de un entorno que les tiene en cuenta”.
Un niño que no hace caso, no “obedece”, es un niño que está poco o nada motivado por lo que se le está pidiendo.
Por eso es importante un cambio en nosotros como padres. En lugar de pensar y utilizar la palabra “obedecer” vamos a hacer el esfuerzo de utilizar la palabra “colaborar”. Así, en lugar de pensar “Mi hijo no me obedece”, pensaremos “mi hijo no colabora”. ¿Notas ya alguna diferencia en la expresión?
Un escenario en el que el niño colabora implica para él:
- Ser tenido en cuenta: “No recibo órdenes, cuentan conmigo para hacer las cosas”.
- Sentirse capaz: “Si me piden algo es porque soy capaz de hacerlo”.
- Sentirse valorado cuando agradecemos su colaboración.
Por lo tanto, será mucho más sencillo que se sienta motivado por colaborar que por obedecer ¿No crees?
2. Para lograr colaboración hace falta motivación
Como nos ocurre a los adultos, lograr estar motivados por hacer cosas que no nos gustan, puede ser complicado.
Lograr que un niño pase de “desobedecer” a “colaborar” implica paciencia, constancia, un cambio de actitud por nuestra parte y dialogar con nuestros hijos.
Para motivar a los pequeños de la casa no hay nada como:
- Empezar a observar sus conductas desde la calma (no cuando estamos enfadados con ellos porque no nos hacen caso).
- Escuchar su opinión acerca de las cosas que “deben” hacer y no hacen, desde el respeto y compartir la nuestra sin culpabilizarles. (“Mamá está muy cansada después de trabajar todo el día, ¿qué te parece si recogemos los juguetes entre los dos?” en lugar de “Estoy cansada de recoger tus cosas siempre, ordena los juguetes ahora mismo”)
- Estar dispuestos a llegar a acuerdos. Como hemos dicho en otras ocasiones, hay situaciones que requieren que todos seamos un poco flexibles.
3. Re-Organización. Tiempo para todos
El trabajo, el cole, las extraescolares, las tareas de la casa, cenas, baños… ¡hacemos muchas cosas en solo 24 horas! La clave para que toda la familia pueda colaborar es la organización.
Para eso es importante que penséis qué cosas son las que deben cambiar en casa (recoger los juguetes, preparar la ropa del día siguiente…) y también que invitéis a los niños a hacer su propia lista de deseos (ver la tele un rato, tener más tiempo para jugar, invitar a un amiguito a casa….)
Algunas ideas que puedes incluir en la lista y que suelen dar buen resultado son:
- Reservar uno o dos días a la semana para cocinar para no tener que perder mucho tiempo cada día.
- Hacer equipos de recogida de juguetes.
- Responsabilizar a cada miembro de la familia de algunas tareas como preparar la ropa del día siguiente, revisar la agenda del cole o hacer su cama.
- Equipo de preparar el desayuno o poner la mesa… mientras unos preparan la comida otros ponen la mesa (por ejemplo en el desayuno y la merienda pueden ser los niños los que preparen la comida mientras papá o mamá ponen la mesa o preparan algo para la cena).
- Competición para vestirse: Todos nos vestimos al mismo tiempo y hay una carrera divertida.
- Un horario para los deberes/estudio.
- Fijar ratos de ocio en familia y ratos de juego diarios (¡¡Aunque sea poquito rato, sin móvil!!).
4. Reunión de reorganización
Que nosotros hayamos decidido cambiar de estrategia no significa que vayamos a ver cambios automáticamente en los niños. Para eso es fundamental dialogar con ellos. ¡Dialogar, no informar! Nuestros hijos pueden aportar su punto de vista y el cambio será más sencillo si ellos mismos pueden elegir o decidir en qué cosas creen que pueden colaborar. Buscad el equilibrio y acuerdo entre todos, exponiendo vuestros puntos de vista. Si los niños son muy pequeñitos, se puede recurrir a hacer una tabla de “tareas” con dibujos.
Será imprescindible una reunión semanal (un ratito los domingos por la mañana, por ejemplo) en la que reviséis las nuevas rutinas, si se están cumpliendo los objetivos, los cambios que podrían hacerse o las sugerencias que cada uno quiera hacer.
En las reuniones de familia es imprescindible respetar las aportaciones de todos, no juzgar ni culpabilizar… recuerda que hacéis esto para mejorar la convivencia y la colaboración, no para vuestros hijos “obedezcan”.
Y hasta aquí el post de hoy ¿Qué te parece la propuesta? ¿Te animas a probar?