Seguro que en más de una ocasión habéis oído comentarios del tipo “es un niño buenísimo, se porta fenomenal” o, al contrario, “Se porta fatal, no hace ni caso, es un poco malo”. Pero realmente, ¿Hay niños buenos o malos? Rotundamente te respondo que NO. Esto no quiere decir que no haya unos niños más inquietos que otros, o más calmados, o más protestones, cada niño es diferente, pero no son buenos o malos. Simplemente, unos tienen límites y saben respetarlos y otros no.
No hay niños buenos y niños malos. La diferencia no se encuentra en los niños, si no en si éstos tienen una serie de límites claros marcados por sus padres y son capaces de respetarlos o no.
Te contaré una situación que presencié hace poco para que veas la importancia de que haya unos límites claros y así poder evitar las etiquetas de “niño bueno” y “niño malo” tan perjudiciales para los pequeños:
“El otro día llevé a mi peque a la peluquería, una de esas con zona de juguetes y las peluqueras más simpáticas del mundo. Una vez terminado el corte del pequeño de la casa, me animé yo también mientras él jugaba un rato.
Nada más sentarme, la peluquera dijo “Ay madre, se acabó la paz, vienen dos terremotos…” y acto seguido entraron dos niños de seis y ocho años corriendo, gritando y avalanzándose sobre todos los juguetes de la peluquería.
La madre se sentó a ojear una revista mientras los gritos de los niños iban en aumento, los juguetes empezaban a volar en la zona de juegos y la peluquería se convertía en una pista de atletismo.
Cuando al fin llegó el turno de cortar el pelo de los pequeños atletas, las quejas de la madre sobre el comportamiento de sus hijos no se hicieron esperar. Frases del estilo “cuando cumplan quince me tendré que ir de casa porque no me hacen ni caso ya…” “Imagínate como estoy con los dos en casa de vacaciones…” “Han inventado un nuevo juego de fútbol-lucha, por suerte todavía no han roto nada en casa” “Son incapaces de quedarse quietos”…
Lo cierto es que las quejas de la madre no me sorprendieron en absoluto, ¡cualquiera estaría agotada en su lugar! Tampoco me llamó la atención el comportamiento de los niños, ¿Por qué no lanzar juguetes por los aires, gritar sin pensar si molesta a los demás, o correr en un lugar en el que hay personas trabajando si nadie me enseña (o me recuerda) lo contrario?
Entender la importancia de los límites y conocer unas cuantas estrategias para aplicarlos con firmeza y cariño, pueden evitar situaciones como esta y mejorar la convivencia y relación con nuestros hijos.
¿Qué son los límites y por qué son importantes?
Los límites son una serie de normas que los padres debemos poner a nuestros hijos. Pueden ser muy diferentes, como veremos a continuación, y son importantes ya que ofrecen a los niños un marco seguro en el que desarrollarse con la compañía y el apoyo de papá y mamá.
Los límites dan seguridad a los niños y refuerzan su vínculo con nosotros ya que les muestra que son papá y mamá los que les guían y acompañan.
- Hay algunos de estos límites que son muy claros y están relacionados con la seguridad de nuestros hijos (por ejemplo, esperar a papá o a mamá para cruzar la calle o no beberse el champú en la ducha). Cosas que aparentemente son lógicas, como mirar antes de cruzar o hacerlo de la mano, no asomarse a los balcones, no irse con desconocidos… son normas que los niños intentarán poner a prueba en más de una ocasión y sabemos claramente que no son negociables.
- Otros están relacionados con el correcto desarrollo físico, intelectual y emocional de los pequeños. No comer muchas chucherías,comer fruta y verdura, dormir lo suficiente, no ver la tele durante toda la tarde o jugar solos un ratito. Con estos límites los niños aprenderán las primeras nociones del autocuidado, favoreceremos su autonomía y su correcto desarrollo.
- Otros están muy relacionados con las convenciones sociales (llegar puntual a un sitio, pedir las cosas por favor, respetar a los demás…) esta categoría es probablemente la más variable y dependerá mucho de cada familia y sus valores. No hay duda de que para convivir en sociedad, hay que adaptarse a una serie de normas que deben cumplirse del mismo modo que lo hacemos en casa con las normas que cada padre quiere establecer.
A ningún padre nos cuesta ser firme para conseguir que nuestro hijo no haga algo que ponga en riesgo su seguridad, no titubeamos, actuamos de manera casi instintiva con un consistente “no puedes cruzar la calle solo, es peligroso”, y nuestro tono de voz, nuestra actitud y nuestra mirada se encargan de hacer ver a niño que la cosa es seria.
De la misma manera se pueden aplicar los demás, pero a veces, resulta más complicado porque desembocan en enfados, retos por parte del niño, rabietas… ¡Estas cosas que conlleva la crianza de los hijos!
Algunas consideraciones importantes:
- No es lo mismo ser un padre autoritario que un padre que pone límites.
- Se pueden poner límites de manera firma pero afectuosa, de hecho, es la forma más efectiva de hacerlo.
- Hay limites que deben cumplirse siempre y otros en los que podemos y debemos ser flexibles.
- Poner límites no es enfadarse, gritar o castigar. Es disponer de otros recursos para que las normas se cumplan, porque se puede decir NO con cariño y sin enfados.
No se trata de convertirte en un sargento, ni de no respetar las decisiones de tus hijos. Poner límites es, en resumen, ofrecer un marco seguro en el que los niños puedan desarrollar todo su potencial, físico, intelectual, emocional y social.
Si quieres saber cómo marcar límites a nuestros hijos te recomiendo leer este post en el que os doy unos cuantos consejos para ello.
¿Cómo lleváis en casa este tema? ¿Consideras que los límites son necesarios?